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Sobre Martin Fierro. — XLIII

que generalmente se llama un fiambre; su argumento no puede ser mas verosímil, ni sus personajes mas verídicos. Su autor, el Sr. Hernandez, antiguo redactor del «Rio de la Plata», nos demuestra que conoce profundamente las costumbres del campamento y los secretos del fogón, nos enseña el aduar del hombre semi-salvaje con toda la desnudez vergonzosa de su realidad.

Pero hay escenas que indudablemente no las comprenderá sino la persona que haya vivido algún tiempo en el campamento, imájenes que solo el que haya cruzado errante nuestras dilatadas pampas podrá valorar.

Con el grosero lenguaje de los habitantes del campo, hace apreciaciones pintorescas y de un colorido magnífico —exibiéndonos tipos que solo Ascasubi y Del Campo han descrito con éxito en nuestros días.

A pesar de que no somos partidarios de este género de literatura, porque creemos que para herir la imaginación de las masas no se necesita escribir en el lenguaje liberal con que ellas manifiestan sus pensamientos, porque como ha dicho un notable literato oriental —se puede sentir en gaucho y expresare en lenguaje culto y castizo, enseñando á las generaciones del porvenir como se sentía en nuestra época, preocupándose poco de como se expresa el sentimiento lo que á la verdad poco importará á nuestros sucesores; sin embargo la composición del Sr. Hernández tiene tan hermosos pensamientos, ideas de poesía natural tan elevadas y exquisitas, que se puede perdonar la forma en que se presentan á la imaginación impresionable del pueblo de nuestras campañas, seguro que el mas ignorante paisano comprenderá el fondo de verdad y aun la moral del argumento.

El mas extraño á nuestras costumbres populares, verá brillar en medio á las tinieblas que se proyectan del cuadro de salvaje ignorancia que el autor describe, brillantes luces, que el mismo fondo oscuro hace notables, aumentando su magnitud.

En medio de la ceguedad del fanatismo supersticioso, y de los mas groseros vicios, se destacan hermosas flores que se revelan por su exquisito perfume á pesar del estilo y de la forma.

Martin Fierro no es el tipo del gaucho patriota, que allá en la alborada de nuestra independencia, nos describía Hidalgo: entusiasta, indomable y cristiano.

No es, tampoco, el gaucho que nos exhibe Ascasubi luchando por las libertades de su Patria en los ejércitos de Paz ó de Lavalle — ni menos el paisano semieducado que nos pinta Del Campo en su popular «Fausto» — Martin Fierro es una creación de otro género — es el hijo desheredado de una raza de centauros, envilecido perseguido y menospreciado por la sociedad en que vive, engendro miserable de la guerra civil y la ignorancia, con todo el caudal de pasiones que puede abrigar en su corazón un ser humano, y sin siquiera el derecho de manifestarlas libremente —verdadero pária de nuestros días, pero indomable; ignorante, pero con arranques de nobleza; resistiéndose á ser arrastrado al ignominioso servicio de frontera y batiéndose como un león con la partida del pago— Ginete como un tártaro, fuerte como un atleta, práctico en las inmensurables sendas del desierto como un árabe sufrido, sobrio, como nadie en el mundo — esto es algo de lo que el autor nos hace conocer en su tipo, y á la verdad que la creación no ha podido ser más feliz.

Aquí, en los grandes centros de población, nadie se cuidará del tipo; todo el mundo ignora que á esa raza de hombres que va desapareciendo empujada por las brisas de la civilización se le deben nuestra indipendencia y nuestras libertades!!

Felicitamos ardientemente al señor Hernández por su hermoso trabajo, y desearíamos que siguiera en esa senda, haciéndonos escuchar en ese género la lira casi abandonada de Ascasubi y de Del Campo.


Lautaro.


(El Mercantil, Febrero 6 de 1873).