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XL — Juicios críticos.

manifestarse con propiedad y elevación los sentimientos del alma, los quejidos del dolor, los encantos de la poesía!

Para tales gentes valdrá mas un millar de embustes, de sandeces y absurdos referentes á pueblos y costumbres que no conocen ni les interesan, pero que estén penosamente bruñidos con el limado y violento estilo de Víctor Hugo, con el esmerado y florido de Lamartine; ó el festivo de Dumas, que la verdad animada de estos cuadros, en que todo es real, vivo, interesante y bello. A tales gentes es preciso comprenderlas.

Concluiremos repitiendo, que como pensamiento poético, y como ejecución, es lo mejor que hemos visto en su género; y creémos muy difícil, por no decir imposible que pueda superarse.

Tengo pues la satisfacción íntima de felicitarlo por una creación que hace tanto honor á su corazón como á su talento; que honra altamente á la literatura de su país; que conservará para siempre ese tipo característico, cuyo original está próximo á desaparecer, pero que no morirá mientras haya imprentas para reproducirlo, y que puede gloriarse con razón de haber eternizado.

Esperando que nuevas obras de su pluma me proporcionen solaces agradables como los que esta me ha dado, quedo —

Suyo Servidor, y amigo.

Montevideo, su casa, Febrero 18 de 1874.




Vamos á publicar en seguida una carta del mismo Sr. Torres rehusando su aprobación al título de JUCIO CRITICO con que encabezamos su trabajo, y que él encuentra desmasiado pretensioso, limitándose á darle modestamente el de APRECIACIONES.

Nos permitiremos antes de hacerlo, decir dos palabras muy breves al respecto.

Como observa con muchísima propiedad el Sr. Torres, no siendo Martin Fierro una obra de arte, no pueden aplicársele sus reglas, y hacer á su respecto un juicio crítico literario.

Pero sus Apreciaciones han seguido otro rumbo, y han ido por consiguiente mas allá, penetrando profundamente en la índole y la intención del libro que examinaba; ha descubierto en él, con espíritu sagaz y fina observación, el sentimiento que comunica vida y movimiento á cada uno de los cuadros, que él mismo acaba de poner en relieve con tan exquisito pulso, y con observaciones de tal carácter y de tanto alcance; que lo que él llama modestamente APRECIACIONES, no es nada menos sino un JUICIO FILOSÓFICO SOCIAL, en que se ven mezcladas á cada paso, observaciones de un orden grave y elevado con reflexiones sugeridas por una serena cuanto profunda moralidad y animado todo él por un sentimiento vivo y delicado de la belleza y de la poesía.

El Sr. Torres le ha abierto á Martin Fierro, puertas donde sus formas incultas, no le daban el derecho de solicitar entrada.

El, en efecto, se sustrae á la crítica literaria. — Es el tipo de una raza.

Es el hijo de la naturaleza, como el Sr. Torres lo ha llamado; es el cantor del Desierto.

No tiene maestro, ni otra escuela que la de sus desgracias.

No tiene otra inspiración que la de sus propio afectos, y los ecos que brotan de su alma, son los trasportes de su alegría ó los ayes de su dolor, naturales, fáciles y espontáneos, no modelados por el arte, no empalidecidos por la ficción, ni avivados por el esfuerzo de su inteligencia.

Es inculto, es agreste, pero es real y verdadero.

Canta, porque nació cantor. — Es gaucho, y se ha entrado al Parnaso en potro.

Sin que estas líneas sirvan de respuesta al Sr. Torres, ni tengan mas objeto que emitir las breves observaciones que hemos consignado en ellas, nos complacemos en