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Sobre Martin Fierro. — XXXIX

Quién es de una alma tan dura
Que no quiera una mujer!
Lo alivia en su padecer:
Si no sale calavera,
Es la mejor compañera
Que el hombre puede tener.

Si es guena, no lo abandona
Cuando lo vé desgraciao,
Lo asiste con su cuidao,
Y con afán cariñoso
Y usté tal vez ni nn rebozo
Ni una pollera le ha dao.

¡cuan noble y hermoso es este retrato de la mujer americana, única que sin interés adhiere y sacrifica por el hombre que ama!

Y usté tal vez ni un rebozo
Ni una pollera le ha dao.


Hé aquí la mujer tal como la hizo la naturaleza, y tal como es todavía en nuestros campos. ¡Lástima que no pueda decirse otro tanto de todas las de las ciudades, donde estos ejemplos son ya bastante raros!

Cruz y Fierro unidos por la amistad y recíproco interés, abandonan sus pagos, y se van á los indios. — Nada mas natural que este pensamiento y el modo de ejecutarlo — .Los proyectos, el raciocinio, y el lenguaje se sostienen hasta el fin con el mismo interés con que empezó la historia.

Véase la conclusión que queda estereotipada en la mente del lector.

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Si hemos de salvar ó nó —
De esto naide nos responde,
Derecho ande el sol se esconde
Tierra adentro hay que tirar,
Algún día hemos de llegar..
Después sabremos á donde.

No hemos de perder el rumbo
Los dos somos güeña yunta —
El que es gaucho va ande apunta,
Aunque inore ande se encuentra;
Pa el lao en que el sol se dentra
Dueblan los pasos la punta.

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Allá habrá segunda
Ya que aquí no la tenemos.
Menos males pasaremos,
Y ha de haber grande alegría.
El día que nos descolguemos
En alguna toldería.

Fabricaremos un toldo
Como lo hacen tantos otros,
Con unos cueros de potro
Que sea sala y sea cocina,
¡Tal vez no falte una china
Que se apiade de nosotros!

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El que maneja las bolas,
El que sabe echar un pial,
Y sentársele á un bagual
Sin miedo de que lo baje.
Entre los mesmos salvajes
No puede pasarlo mal.

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Cruz y Fierro de una estancia
Una tropilla se arriaron —
Por delante se la echaron
Como criollos entendidos,
Y pronto sin ser sentidos
Por la frontera cruzaron.

Y cuando la habían pasao,
Una madrugada clara
Le dijo Cruz que mirara
Las últimas poblaciones
Y á Fierro dos lagrimones
Le rodaron por la cara.

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Las citas casi igualarían al texto, si hubieran de citarse todas sus bellezas; pero sobra con lo hecho para formarse una idea de la obra.

Habrá gente, sin embargo, para quienes las bellezas del pensamiento y de poesía de que está profusamente sembrada, no serán tales bellezas, por la razón soberanamente estúpida de que el estilo y el lenguaje, sean gauchescos; como si bajo todas las lenguas y estilos no pudieran