cual los gauchos y sus jefes vinieron á atar sus potros al pié de la Pirámide de Mayo en 1820. La federación que une á todos los argentinos bajo el glorioso pabellón de Mayo, ha sido pues la venganza que tomaron nuestros gauchos. La devastación y los males que esto ha causado antes de asentarse para siempre, están compensados con ese infortunio cruento del gaucho que también es hijo de esta tierra, y con el provenir venturoso que esa federación nos depara si sabemos perseverar en los propósitos que desde 1862, quedaron librados al patriotismo de los pueblos argentinos.
Tal es el tipo histórico y social de su «Martin Fierro».
El ha ido desapareciendo á medida que se han ido extendiendo y perfeccionando los principios que el gaucho proclamó y sostuvo durante nuestras peregrinaciones y contiendas.
Pero su condición no ha mejorado en razón de esos progresos. Todavía lo abate su infortunio, porque todavía tenemos mucho desierto desamparado y todavía tenemos alguna barbarie enmascarada en la República.
Todavía el gaucho llora la triste suerte que le cabe en la campaña, donde subsisten para él los rigores que han desaparecido para los demás.
Estos rigores de su suerte mezquina, esta desgracia, es lo que canta Vd., tomando á la Pampa como teatro y á un payador valiente y generoso como protagonista.
¿Como lo ha hecho Vd?-.. (Aquí debía empezar el juicio crítico). Ya queda dicho al principio, ya lo han dicho las once ediciones de su libro.
Permítame Vd., pues, que no añada mas á lo que, sobre el particular han dicho las personas competentes que han leído su libro, tributándole á Vd. los elogios que merece su bien cortada pluma para esta clase de literatura tan poco explotada entre nosotros, á pesar de haber tenido precursores como Hidalgo, Lavardén y Ascasubi. Del Campo, el famoso Anastasio el Pollo y Vd., son los únicos que la han cultivado en nuestros dias. Ambos han obtenido lauros que mañana figurarán en nuestros fastos literarios como frutos ópimos de esfuerzo nobilísimo que tiende á perpetuar en nuestra historia el tipo original y esforzado del rey de los desiertos argentinos.
Son los votos de su amigo
S C Noviembre 16 de 1878.
No es el poeta agorero, ave en callada noche, no es canoro pajarillo en desierto bosque; sus cantos no han de ser notas perdidas de laúd gimiente.
No, la chispa del genio y de la inspiración no se ha encendido en el foco del cerebro para irradiar su luz, como la iluminación fosfórica del cementerio.
El poeta es un ser fecundo, una potencia social, un profeta, un filósofo, un moralista, un maestro; por eso son muy pocos los que merecen ese título.
Si alguien preguntase cuántos poetas hay en la República Argentina, yo diría Andrade y José Hernández.
Cuando esa numerosa falange de versificadores rebuscadores de imágenes, acomodadores de frases sonoras, haya cantado las glorias de la patria, modificado una costumbre, desarraigado una preocupación, depositado una chispa de verdad en la conciencia del pueblo, engendrado un sentimiento de bondad, sublevado una noble pasión, puede aspirar al honroso calificativo, que tan pocos lo han merecido en la historia.
¿Por qué Byron, se nos dirá, es reputado entónces como el mas grande poeta, cuando no ha hecho sino cantar sus propios dolores? Porque ha tenido el triste poder de envenenar el corazón de la humanidad por la desilusión, por la herida con veneno deletéreo; herida cancerosa que Lamartine ha curado con el bálsamo de la piedad.