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á la escuela con los hijos de sus amigos: Zapatero, á tus zapatos, queriendo darnos á entender que los labradores debíamos aprender á trabajar la tierra, y no otras cosas que nos distrajesen de aquel ejercicio útil, aunque penoso. Jamás fui á la escuela, aprendí a leer y firmar con un vecino nuestro los domingos despues de volver de misa, y los dias no festivos los pasaba en el campo con los peones: mis juegos, despues de concluido el trabajo, eran siempre inocentes y sin otra compañía que la de los muchachos que se criaban en casa; el tayta se divertia mirándonos retozar en el batey, y gozaba al verme crecer tan robusto y trabajador.

De esta suerte llegué á hombre, teniendo gran cariño á mi pueblo, porque ni sabia, ni me importaba saber lo que pasaba en los demás; siendo muy obediente á mi padre, porque nunca conocí otra ley que su voluntad, y sabiendo despues conservar un