Página:El Gíbaro.djvu/139

Esta página ha sido corregida
131

Muchacha, ¿todavía estás así? ¡cómo es que no estan á punto de montar?

—Tia Pepa, yo no puedo ir con V. como quedamos, porque no hay mas que una bestia y es para mis hermanas, que ya van á bajar; la otra se encojó esta tarde, y yo tengo que quedarme por ese motivo.

—Pero, muchacha, ¿y las otras dos?

—Se han ido en ellas mis hermanos.

—Vaya vaya, eso si que es buen chasco; cree que lo siento.... si la yegua que llevo no estuviera preñada, te ofreceria el anca.

La jóven que hablaba desde una ventana, era una morena que renuncio á pintar por lo graciosa; conocíala yo, y mucho mas á su repetable tia, que no mencionó á humo de pajas el estado interesante de su yegua; así es que, dirigiéndome á esta última, dije:

—Señora D.a Pepa, mi caballo hace ancas y es muy firme; si Rosita ha de quedarse, no será por lo que ha dicho, pues si gusta puede venir conmigo.

Aquí hubo algunos cumplidos entre la tia y la sobrina, que deseaban mucho aceptar, y yo, que de todo corazon ansiaba tener á la segunda á las ancas de mi caballo.

—No, no, mil gracias, decia la una.

—No podemos consentir que lleve V. esa molestia.

—Añadia la otra: Señora, si Rosita es una molestia, ojalá que caigan sobre mí como gotas de agua en un dia de tormenta.