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Largo seria é inútil ir anotando una á una las bellezas de que estan sembradas las demás poesías; basta lo que acabamos de decir de la anterior, para probar que Vidarte merece justamente el título de primer poeta Puerto-riqueño; sin embargo, no podemos menos que citar la siguiente cuarteta de las Memorias:

Y tú, patria adorada, Puerto-Rico,
perla de oro en el piélago embutida,
que de la mar sobre el crespado lomo
tu sien levantas de altivez henchida.

y esta otra de las dos flores:

Del campo ameno la feraz llanura
en risueña esltension se prolongaba,
por límites teniendo una cintura
de verdes cerros do la luz trepaba.

En esta composición pudiera un crítico severo hallar la falta de objeto moral, y alguna imágen poco motivada; pero en cambio tiene partes, como el romance con que comienza, que nada dejan que desear; y si el Poeta parece en ella poco crédulo en la justicia de los hombres, véase en su plegaria cuanto confia en la de un Dios omnipotente.

Lanzado en este mar ronco y profundo
sin otra luz que una esperanza bella...
las olas cruzo del revuelto mundo;
mas ¡ay, Señor, que mi batel se estrella!...

¡Negra es la noche! el huracán insano
en torno ruje con furor sombrío;
y...¡guay de mí, Señor, si vuestra mano
no desvanece ese huracán bravio!