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Para tus manos, esas que nunca amortajaron;
Para tus ojos, esos, los que nunca lloraron;
Para tus sueños, sueños como cisnes de oro;
Para que lo destruyas, el más alto tesoro.
Oh si luego mis pétalos que estrujaran tus manos,
Adquirieran por magia poderes sobrehumanos
Y hecho luz se aferraran a la luz de los astros
Para que tus pupilas persiguieran mis rastros,
Bienvenida la muerte que al sorberme me dieras;
Bienvenido tu fuego que agosta primaveras;
Bienvenido tu fuego que mata los rosales:
Que todas las corolas se acerquen a tus males.
Oh, tú, a quien idolatro por sobre la existencia,
Oh tú, por quien deseo renovada mi esencia,
¿Porqué llegas ahora cuando no he de lograr
El divino suplicio de verme deshojar!...
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