Esta página ha sido corregida
Tus dedos solía temblando besar,
Para que me amaras aprendí a rezar.
Sensitiva triste que tu mano poda
Bajo tus palabras encogía toda.
Vinieron, vinieron los grises otoños
Y yo di retoños, y yo di retoños,
Todo cuanto pude con mi savia dar.
Ramas y más ramas esforcé brotar,
Tanto que en los días de grises otoños
Yo seguía dando jugosos retoños.
Cuando en una tarde roja de verano
Piedras fabulosas me arrojó la mano
Inconsciente y fría de Nuestro Señor.
Yo tenía todas las ramas en flor,
Pero en una tarde roja de verano
Piedras fabulosas me arrojó su mano.
— 37