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EL DOMADOR DE PULGAS


P

OR la frente de aquel hombre corrió una gota de sudor. Y se parecía enormemente al padre de Jesús. Como un cuadro que él había visto en casa de su padre, que también había sido domador de pulgas. Había llegado a tener los ojos lánguidos de visiones muertas, y la barba como raíces descarnadas por la lluvia de los pesares.

El Padre, tenía en aquel cuadro el corazón en la mano. El domador alimentaba sus pulgas de la sangre de su brazo. Aquel corazón, como el brazo lleno de piquetes, seco, de piel como hoja de otoño, eran la verdadera encarnación del amor.

Otros domadores alquilaban brazos; él que-

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