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ban sólo restos del zapatero en el taller del presidio. Una que otra droga que compraba con su trabajo, una que otra botella de alcohol, lo hacían sospechar un mundo exterior; y recordar sus noches con la pulga Pascuala, y el crepúsculo dividido por el enrejado, se llevaba sus últimas exhalaciones, el reflejo de un sueño que apenas esbozaba el dolor, los recuerdos de las últimas noticias que había oído.

Pascuala se había unido con otra pulga zapatero, más joven, porque ella había dicho que ya tenía experiencia. ¡Ella! la causante de todo, estaba libre, y las noches... y el otro tan joven...

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