tido blanco, una simple toalla, los azahares para la virginidad pero no redonda".
Al santo pastor le enviaban anónimos; un anónimo entre las pulgas era una cartita sin firma, pero que siempre dejaba adivinar de quien era. Las pulgas malas, cuando escribían un anónimo ya se habían refinado muchísimo, y gastado mucho tiempo en el estudio de la herida que habían de causar.
Bueno pues, el santo pastor recibió un anónimo que decía: lo vamos a bañar en mierda; él lo leyó en el sagrado púlpito y dijo: "el que escribió esta cobardía mal oliente, al sólo hacerlo, ya está bañado en lo que dice, y buen trabajo va a tener Satanás en los infiernos para limpiarlo.
La fuerza simple en mucho disminuyó los recaditos, en papel sin firma de pulga, pero el mal ya estaba muy arraigado en el pueblo.
Las pulgas no muy malas, le decían al pastor sus pecados, los volvían a cometer pero después de pasado un tiempo largo.
Algunas pulgas se volvieron lo que se llamaba muy meritoriamente arrepentidas.
Siempre robaban mazorcas en la mata, leche en la ubre, pero el sacerdote de palabra humilde, que oía las confesiones claras de su