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Biblioteca del Congreso Nacional de Chile — 86

Último tiempo del dominio de la facción moderada

El Congreso, dominado por los moderados y con el Diputado por Concepción, el presbítero Juan Cerdán —que sin ser enemigo de la revolución no favorecía la mudanza radical de las instituciones— dirigiendo los debates, no dedicó su tiempo a tareas importantes, como el estudio de una constitución u otras materias que interesaban a los radicales, sino al despacho de asuntos administrativos y a la formación de un reglamento para la dirección de los debates. Sólo algunos hechos exter nos al país, y luego otros de carácter interno, vinieron a remover los espíritus sirviendo para aquilatar la gran división existente al interior del Congreso: el bando realista apoyando cualquier acción que retrotrajera a la situación anterior al 18 de septiembre de 1810; el bando moderado con un criterio oscilante entre el valor de la autonomía y el temor de perder sus espacios de poder y privilegios; y el bando radical con mayor perspectiva ideológica revolucionaria.

El ejército de Buenos Aires había sufrido una fuerte derrota en el Alto Perú a fines de junio y la ciudad de Buenos Aires había sido bloqueada a mediados de julio. La corte del Brasil, por su parte, mostraba interés en inmiscuirse en la política de la América española. El 1° de agosto, el gobier no de Buenos Aires, tal como había sido solicitado por el Tribunal Superior de Gobierno antes del 4 de julio, decidió reemplazar a su representante o diputado en Chile, Antonio Álvarez Jonte, por Bernardo de Vera y Pintado. El propuesto, radicado en Chile desde hacía doce años, mantenía muy buenas relaciones con los radicales, siendo uno de los más exaltados amigos de Martínez de Rozas. La prudencia llevó al Congreso a aceptar su nombramiento.

Las contradicciones existentes entre los moderados se dejaron sentir en la votación sobre un envío de pólvora solicitado por el gobierno de Buenos Aires. Ante la ausencia de los diputados radicales, los realistas que había en la asamblea hicieron oír su voz con más fuerza, defendiendo la inconveniencia del envío, argumento al que se unieron algunos diputados moderados. Finalmente se aprobó el envío, pero por un precario margen de once votos a favor y diez en contra. Vera dio cuenta del hecho a su gobierno con las siguientes palabras: “Sabiendo V.E. que sólo por exceso de un v oto, he obtenido el socorro de pólvora, es decir, que en la sesión a que concur rieron veintiún diputados, hubo diez opuestos, comprenderá V.E. cuál sea el estado político de las cosas públicas de Chile” [1].

El estado político de las cosas públicas de Chile se había mostrado también en las provisiones de cargos públicos por el Congreso — como el comandante y el segundo jefe del batallón de infantería de la frontera— que había recaído en patriotas tímidos, o aún en sarracenos o españoles.

  1. Barros Arana, op. cit., Tomo VIII, pp. 420-421.