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Biblioteca del Congreso Nacional de Chile — 78
fuerzas irresistibles de éste, o de algún comprometimiento que sólo dejase a España una sombra de independencia [...], S.M.B. se vería obligada por los mismos principios que han dirigido su conducta en defensa de la nación española durante estos dos últimos años, a prestar auxilio a las provincias americanas que pensasen hacerse independientes de la España francesa...” [1].


Debilidades del nuevo Congreso

El rechazo al cometido de Fleming fue entendido por los radicales como un triunfo propio, en la medida en que era una expresión de independencia de la metrópoli, a tal punto, que unido a los demás hechos acaecidos desde la renuncia del Gobernador García Carrasco, estaba alimentando la amenaza de invasión del país desde el virreinato del Perú, peligro que había anunciado el diputado O’Higgins en la Sala.

No obstante, esta victoria no les brindaba ninguna hegemonía sobre el Cong reso, a pesar de que en sus contrarios comenzaban a hacerse visibles los primeros síntomas de la debilidad diagnosticada por Juan Martínez de Rozas y reconocida por Ber nardo. La misma que había llevado a Juan Mackenna a for mularse aquellas preguntas: “Cuando los responsables del pueblo de Chile se hallen reunidos para dar leyes al país ¿en dónde estará la persona capaz de enseñarlos? O si la encuentra ¿será escuchada?” [2].

Es así como uno de los diputados por Santiago, Agustín Eyzaguirre, una semana después de inaugurado el Congreso, el 11 de julio, presentó la renuncia a su cargo alegando que no se sentía con aptitudes para desempeñarlo [3]220. La renuncia no fue aceptada por la mesa. Eyzaguirre era el mismo que, como incipiente operador político, había propuesto a un santiaguino de ideas moderadas como alternativa de Ber nardo O’Higgins en la pasada elección para diputado. Ahora, manteniendo su condición operativa envió, en la misma fecha de su renuncia, una nota al Cabildo de Santiago reseñando las actividades llevadas a cabo por el Congreso y protestando por sus procedimientos.

El Cabildo, poseedor de una herencia institucional que le daba identidad, comenzó a arrogarse el derecho de controlar los procedimientos del Cong reso, desaprobando muchos de ellos, y el derecho de corregir a los diputados de Santiago. Con fecha 23 de julio dirigió a estos últimos algunas instrucciones precisas a las que debían ajustar su conducta, “advertencias a fin de identificar la conducta de éstos con los sentimientos del pueblo, cuya voluntad legítima nunca es lícito contradecir” [4]221.

Estas advertencias se referían a seis puntos: conveniencia de elegir laicos para el cargo de secretario, pues “a los no ilustrados se hace creer en Chile que la promoción de un eclesiástico a destinos políticos importa una declaración absoluta de faltar conocimientos o fidelidad en el secularismo, injuria

  1. Ibíd., pp. 406 -407.
  2. Ibíd. p. 404.
  3. En realidad, había algo de ironía en la renuncia de Eyzaguirre: “Cuando me vi honrado con tal comisión, creí poder desempeñarla con aptitud i la eficacia que exige cargo tan delicado [...] ahora solo, en el Congreso, en compañía de tantos Cicerones, he conocido el er ror de mi fantasía”. (Sesiones de los Cuerpos Legislativos, op. cit. Tomo I, p. 44).
  4. Ibídem.