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Biblioteca del Congreso Nacional de Chile — 77

El Congreso debía responder. Por una parte, no se había hecho, ni se iba a hacer, la elección de diputados para las cortes de España; por otra parte, si bien la situación del tesoro público era mezquina, en la Casa de Moneda y en la caja del Consulado había más de un millón y medio de pesos, en su mayor parte, de depósitos particulares. La división de opiniones era previsible. Los diputados más distantes de las reformas, entre ellos la nueva mesa elegida el 5 de agosto [1], defendía la entrega de parte de los fondos en la Casa de Moneda, con la promesa de reintegrarlos.

Esta fue la segunda oportunidad para que Bernardo O’Higgins mostrara su liderazgo en la asamblea: “Aunque estamos en minoría — dijo con pasión protestando por aquella propuesta [2]sabremos suplir nuestra inferioridad numérica con nuestra energía y nuestro ar rojo, y no dejaremos de tener bastantes brazos para oponer nos eficazmente a la salida de este dinero, tan necesario para nuestro país amenazado de invasión” [3]216. Tanto los diputados radicales como algunos moderados apoyaron el rechazo de O’Higgins, y el mismo día se envió la respuesta al capitán Fleming, la que finalizaba con las siguientes palabras “a pesar de los mejores deseos, no contamos en el día con caudal alguno que poder enviar” [4]217.

La respuesta de los congresales llevó al elegante capitán Carlos Elphinstone Fleming a distanciarse de ellos, y molesto, antes de marcharse rumbo al Perú, hizo declaraciones en contra de los procesos políticos en Chile y en las demás colonias. Para muchos, en especial para el diputado por Los Ángeles, este comportamiento del inglés contribuyó a disipar las esperanzas, que hasta ese momento conservaban, de que Inglaterra apoyase la revolución en estos países.

El punto de vista inglés sobre la revolución hispanoamericana había sido esclarecido a través de una comunicación del Ministro conde de Liverpool al brigadier Layar, gobernador inglés de Curaçao, con fecha 29 de junio de 1810, para ser dada a conocer a los revolucionarios de Caracas. Esta declaración señalaba que Inglaterra no consideraba a las Américas españolas con las condiciones indispensables para separarse de la metrópoli, pero agregaba, alimentando con ello el optimismo de los independistas:


“Si contra los más vivos deseos de Su Majestad Británica llegase el caso de temer con fundamento que los dominios españoles de Europa sufriesen la dura suerte de ser subyugados por el enemigo común, en virtud o de
  1. Manuel Pérez de Cotapos, Diputado propietario por Talca, presidente, y el presbítero Juan Cerdán, Diputado propietario por Concepción, vicepresidente, ambos contrarios al rompimiento con la metrópoli.
  2. El general José María de la Cruz, en su carta a Miguel Luis Amunátegui (“Recuerdos de don Bernardo O’Higgins”. Ed. Andrés Bello, Santiago de Chile, 1960, pp. 62-63) escribió que cuando el sentimiento de Ber nardo O’Higgins estaba agitado por una pasión generosa o por el odio se convertía “en elocuente, lógico en sus concepciones, que fortalecía con una energía de expresión que sin duda se la producía o daba la convicción de exactitud en las ideas. Creo que si hubiera tenido ocasión de aparecer como representante en los bancos parlamentarios, en cuestiones de interés público, tal vez habría alcanzado la fama de orador, pues a lo dicho tenía la ventaja de conservar, en medio de esa expresión enérgica, toda la calma y la serenidad necesarias para no divagar. Su expresión o estilo no era tan florido ni sofístico, pero se presentaba conveniente en fuerza de ese talento especial que tenía para resumir en un círculo o cuadro pequeño el conjunto de las ideas. En esto se conocía que su escuela había sido la inglesa”.
  3. Barros Arana, op. cit. Tomo VIII. p. 403.
  4. Ibíd. p. 404.