constituían la mayoría. Esta situación llevó a éstos a discutir en la sala el derecho de libre expresión de las opiniones, incluida la censura a la conducta de los gobernantes. Muchos diputados sostenían que debía castigarse a los autores de estos ataques violentos y de las incitaciones a la revuelta, mientras que los radicales defendían que el derecho de libre expresión era consustancial con el régimen popular representativo, que todos estaban empeñados en establecer. En definitiva, la actitud resuelta de estos últimos primó sobre el deseo de castigo.
Asimismo, aunque frustrada, la asonada revolucionaria en que debería haber participado Juan José Carrera, intimidó a la mayoría del Congreso. Esto impidió la elección de la junta ejecutiva en la misma sesión en que se acordó que estuviera for mada por tres miembros de igual jerarquía, alternándose mes a mes para desempeñar la presidencia.
El navío inglés Standart y las relaciones con España
La agitación al interior del nuevo Congreso, donde se concentraban beligerantes las diversas concepciones habidas sobre la situación en España y sus consecuencias en el reino de Chile, tuvo un punto de distensión con la llegada el 25 de julio de 1811 a Valparaíso del navío de guerra inglés Standart, comandado por el capitán Carlos Elphinstone Fleming.
Era el segundo viaje realizado por este navío y su capitán contratados por el Consejo de Regencia de la metrópoli con el objeto de llevar a los diputados elegidos por los virreinatos para ser enviados a las cortes de Cádiz y, asimismo, recoger los tesoros con que las colonias concurrían al sostenimiento de la guerra en la península.
El primer destino había sido el Virreinato de Nueva España, donde el capitán Fleming había cumplido con éxito la misión, recibiendo del gobierno de la regencia el título de brigadier de la Real Armada.
Ahora, estaba enviado por el mismo motivo a Chile y al Perú. El capitán Fleming “hombre distinguido por su nacimiento y por sus maneras” [1], sintiéndose comprometido con la alianza coyuntural de los reinos de Gran Bretaña y España, defendía gentilmente los intereses de esta última. Durante la travesía había tenido la oportunidad de conocer a su pasajero José Miguel Carrera, que regresaba a Chile, y conversar con él sobre los actos revolucionarios americanos a los cuales no les daba importancia y para los cuales auguraba un fin cercano. Aun cuando supo en Valparaíso que el país estaba gober nado por un cong reso representativo de las provincias, comunicó al “presidente gober nador del reino de Chile” la razón de su presencia.
- ↑ Barros Arana, op. cit. Tomo VIII, pp. 401 -402.