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Biblioteca del Congreso Nacional de Chile — 75

que funcionase bajo su inmediata dependencia. Los diputados se reunían diariamente, desde las diez de la mañana hasta las 2 de la tarde, sin que se hubiese establecido un quórum para hacerlo. En el primer tiempo, con asistencia numerosa.

En la primera sesión del Congreso se acordó que la presidencia y la vicepresidencia de la asamblea durasen quince días, al cabo de los cuales, se haría la nueva elección. Las providencias gubernativas eran firmadas por el presidente, el vicepresidente y el secretario, pero todos los diputados presentes debían firmar los acuerdos de carácter general. No había reglas sobre el número de diputados necesarios para tomar acuerdos. Durante los dos primeros meses no se hicieron actas sobre los contenidos de los acuerdos de cada día, y cuando se modificó el Congreso y se introdujo esta práctica, las actas se limitaron a un brevísimo resumen de lo acordado en la sesión sin anotar la asistencia, las indicaciones hechas ni otros sobre la discusión. No había reglas para el debate y, durante dos meses, con la oposición de los diputados radicales, las sesiones fueron secretas.

El 5 de julio se iniciaron las sesiones del Congreso. Se realizaron las elecciones, con cédulas en votación secreta del presidente, Juan Antonio Ovalle, y del vicepresidente, Martín Calvo Encalada. El primero, llamado el “maestro Ovalle”, tenía gran prestigio dentro de la sociedad chilena y su opinión era escuchada como la de una autoridad reconocida. No había temido declarar ante el Presidente García Carrasco que “era súbdito fiel del rey de España y lo miraba como el legítimo soberano de América; pero si Fernando se v eía en la imposibilidad de gobernar, el pueblo estaba llamado a proveer” [1].

Según el creer de los radicales, la necesaria elección de la junta ejecutiva y la próxima renovación de la presidencia de la asamblea, el 20 de julio, continuarían dominadas por la mayoría moderado-sarracena . Sus sospechas se vieron cumplidas a través de las elecciones de Martín Calvo Encalada como presidente del Congreso, uno de los más intransigentes entre los moderados, y, como vicepresidente, del canónigo Agustín Urrejola, diputado por Concepción, perteneciente a una poderosa familia realista, y conocido por ser enemigo declarado de las nuevas instituciones.

Enardecido el ánimo de los radicales de dentro y de fuera del Congreso, promovieron un par de movimientos sediciosos que al fin no tuvieron consecuencias. Para el segundo contaban con el compromiso, a última hora no cumplido, de Juan José Carrera, segundo jefe del nuevo batallón de g ranaderos, hasta poco antes adversario decidido de los radicales.

El primer mes de funcionamiento del Congreso estuvo acompañado por numerosas proclamas y otros escritos burlescos que circulaban en la capital [2], dirigidos a desprestigiar a los parlamentarios que

  1. Errázuriz, op. cit., pp. 24-25.
  2. Una de estas piezas, en extremo violenta, que acusaba a la mayoría del congreso y al partido dominante de estar preparando el restablecimiento del viejo régimen, se iniciaba con estas sugerentes palabras: “¡Caros chilenos! Vacila el sistema”. (Barros Arana, op. cit. Tomo VIII, pp. 396 -397).