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Biblioteca del Congreso Nacional de Chile — 71

Terminada la ceremonia en la catedral, todos los concurrentes se dirigieron a la sala de sesiones del Congreso [1], allí hicieron uso de la palabra el vocal de la Junta de Gobierno Juan Martínez de Rozas [2] y el Diputado por Santiago Juan Antonio Ovalle.

El vocal de la Junta inició su discurso [3] diciendo que los diputados presentes constituían “el único modo posible y legal” [4] de ver por primera vez congregado al pueblo chileno.

A pesar de dar a conocer su dolor y su agitación, dijo creer inevitable poner a la vista de los presentes “nuestra verdadera situación” [5], pero como creía poder equivocarse al exponerla, les solicitó las correcciones necesarias ya que, de no darse ellas, el silencio sería el asentimiento de cara a sus aserciones y haría a todos responsables de sus errores.

Martínez de Rozas explicó, con un estilo afectado, la causa de su dolor y preocupación: por una parte, la situación de España en la última década del siglo XVIII y primeros años del XIX, que habían culminado en la llamada guerra de la independencia, aliada con Portugal y el Reino Unido atacando el expansionismo napoleónico y, por otra parte, las consecuencias de estas circunstancias para las provincias americanas sujetas a la corona: “Vivimos en un verdadero caos —dijo—, y nuestra vista solo alcanza al reducido horizonte, formado por impenetrables tinieblas, que tal vez habría disipado, pero tarde, una sorpresa exterior, o un volcán que reventase bajo nuestros pies[6].

El orador se preguntó “con el más ingenuo candor [...] ¿qué debía hacer Chile? —Afirmando que— a una voz todos los vivientes de Chile protestan que no obedecerán sino a Fer nando [...] primer individuo de la Patria” [7] y le reservan estos dominios aunque los pierdan.

Recordó también el carácter prácticamente isleño del país, origen de su seguridad, que de todos modos debía ser vigilado en relación con sus vecinos. “Nuestra probidad —dijo— nos adquirirá sin duda la consideración de las naciones; pero no es prudente esperar que todas imiten nuestra conducta justa y moderada” [8].

En seguida el vocal se dirigió a los diputados a quienes recordó que:

  1. La sala en que había tenido su despacho el Tribunal de la Real Audiencia. Las paredes fueron blanqueadas con cal y se colocaron bancos sólidos pero sencillos para asiento de los diputados.
  2. Sesiones de los Cuerpos Legislativos, op. cit. Tomo I, pp. 38 -43.
  3. Leído por el Secretario, de acuerdo a la infor mación de un testigo no presencial, Manuel Antonio Talavera, español monárquico que llevó una crónica de la revolución chilena con el fin de enviársela al rey.
  4. Sesiones de los Cuerpos Legislativos, op. cit. Tomo I, p. 38.
  5. Ibídem.
  6. Ibíd. p. 39.
  7. Ibíd. pp. 39-40.
  8. Ibíd. p. 40.