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Biblioteca del Congreso Nacional de Chile — 61

El Tribunal Superior de Gobierno

Los diputados provincianos elegidos comenzaron a llegar a Santiago. Entre ellos Luis de la Cruz, de Rere; Pedro Ramón Arriagada, de Chillán y Bernardo O’Higgins, desde Las Canteras, que habían cabalgado juntos hacia la capital. Unidos con los otros parlamentarios radicales, idearon un arbitrio para participar en la dirección de los negocios públicos, imitando lo que por circunstancias análogas se había hecho en Buenos Aires. Se presentaron el 30 de abril en la sala de sesiones de la Junta de Gobier no y representados por el abogado Agustín Vial Santelices, diputado por Valparaíso, “expusieron que por su número se hallaban en estado de representar a los pueblos que les habían dado sus poderes” [1] solicitando su incorporación a la Junta con voz y voto en todas sus deliberaciones.

A pesar de la oposición de algunos de los vocales y de los posteriores reclamos del Cabildo a un directorio de más de treinta miembros en que no estaba representada la capital, Martínez de Rozas apoyó la solicitud y al fin la hizo aceptar. El resultado permitió que el Tribunal Superior de Gobier no, como fue denominada la unión de vocales y diputados, fuera dominado por Martínez de Rozas y sus partidarios. En Buenos Aires había sucedido lo inverso, el recurso fue apoyado por los moderados.

En su inicio, en el Tribunal Superior de Gobier no —integ rado por alrededor de treinta y siete personas, contando los vocales de la Junta y los diputados que se encontraban en la capital— cada iniciativa era estudiada y evaluada por cada uno de los integrantes. A fines de mayo de 1811 se advirtió, como lo señala el auto del que tomó razón el Tribunal de Cuentas el 28 de mayo de 1811, que “al paso que abundaba de luces para el más acertado despacho, se entorpecía éste, tanto por la multitud de negocios que estaban rezagados a causa de la insur rección del día 1° de abril, como por ser preciso que todos los Vocales votaran en cada uno de ellos, cuya regulación y escrutinio de votos era embarazosa” [2]. Con el fin de resolver esta situación, el Tribunal distribuyó su trabajo en tres salas, hasta la apertura del próximo Congreso. Una, compuesta por siete individuos, “para conocer de todos los pleitos y negocios de guer ra y sus incidencias. [Otra, también compuesta por siete personas,] para los de Real Hacienda, [y la tercera, con todo el resto de vocales,] para los de Gobierno y Policía” [3].

Le correspondió a Bernardo O’Higgins integrar la Sala de Guerra [4] en la cual ninguno de los otros seis integrantes tenía similitud de ideas con él, solo el Secretario, José Gaspar Marín, era afín al partido más radicalizado, pero no tenía derecho a voto.

Sin embargo, una situación más favorable no le fue necesaria a O’Higgins, porque en los dos meses en que se mantuvo este sistema de gobierno, nada de importancia pudo hacerse. En lo personal, pudo firmar los decretos en que se dio el grado de coronel de dragones a su sustituto y amigo Pedro José Benavente y el de capitán

  1. Barros Arana, op. cit. pp. 371 -372.
  2. Valencia Avaria, Luis. “Anales de la República”, Tomo I. Imprenta Universitaria, Santiago de Chile, 1951, pp. 265-266.
  3. Ibíd. p. 266.
  4. Ibíd. p. 264.Ibíd. p. 264.