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Biblioteca del Congreso Nacional de Chile — 60
y negocios puedan y deban conocer confor me a derecho, para que los compelan a su obser vancia, como por sentencia definitiva pasada en autoridad de cosa juzgada. Y renunciaron todas las leyes, fueros y privilegios de su favor. Y estando presente a lo contenido el señor don Bernardo O’Higgins Riquelme dijo que aceptaba y aceptó el nombramiento de Diputado o representante de los derechos de esta villa y su partido, que han hecho en su persona los señores electores. Y juró por Dios Nuestro Señor y una señal de cruz, en legal forma, de usar bien y fielmente de la grave comisión que se le ha confiado, según su leal saber y entender, obligándose a no ejecutar lo contrario, por respeto, amor, temor, odio e interés ni otro motivo alguno; y lo firmaron los señores convocantes, electores y Diputados, a quienes doy fe conozco, siendo testigos Lázaro Burgos y don Apolinar Ar riagada.- Ante mi, Miguel del Burgo, escribano de Su Majestad, público y de Cabildo” [1].


En la intendencia de Concepción, a la que pertenecía el partido de Los Ángeles, primó el bando radical entre los doce diputados titulares que eligió. Sólo los tres elegidos por el partido de La Concepción y los representantes de Cauquenes y Osor no no pertenecían a él. Entre ellos, además de O’Higgins, se han mantenido en la memoria histórica nacional los nombres de Pedro Ramón Arriagada (de Chillán), Manuel de Salas (de Itata) y Luis de la Cruz (de Rere).

El proceso electoral en Santiago tuvo mayor complejidad. El día fijado para las elecciones en la capital, 1º de abril de 1811, debió ser sofocado el amotinamiento del teniente coronel Tomás de Figueroa, español realista, que mandaba a oficiales y tropa venidos de Concepción con destino a Buenos Aires, desde donde habían sido solicitados [2].

Esta acción militar —la primera de su tipo realizada en la capital desde su fundación— contra la Junta de Gobierno, estaba siendo apoyada, desde hacía algún tiempo, por los integrantes de la Real Audiencia y por personeros del partido español. Juan Mackenna había advertido de este movimiento a un asustado Juan Martínez de Rozas, no obstante, fue éste el que supo controlar la situación, incluido el fusilamiento de Figueroa. Sin embargo, el abogado encontraba cada vez más resistencias y dificultades en la Junta. El único que lo apoyaba franca y decisivamente era el vocal Juan Enrique Rosales, cuñado del fraile mercedario Joaquín Larraín, cabeza de esa familia.

  1. Ibíd. pp. 27-28.
  2. Entre ellos estaba Manuel Bulnes Quevedo, amigo de Bernardo O’Higgins, que posterior mente abandonaría sus ideas revolucionarias.