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Biblioteca del Congreso Nacional de Chile — 50
la licencia [...] . Si queremos ser libres, seamos virtuosos: imitemos a los anglo-americanos” [1] e, igualmente, “las repúblicas sólo pueden florecer por las virtudes de sus ciudadanos [siendo] el mayor error pretender el establecimiento de un gobierno republicano en un pueblo vicioso y cor rompido” [2].


La educación fue entendida como el medio adecuado para generar la virtud y, por lo tanto, ella se constituyó como otra garantía de la libertad.

En 1831, en Montalbán, Bernardo reiteraba su antigua convicción y la de muchos de sus contemporáneos, en una carta a José Joaquín de Mora [3]:


“Una simple ojeada sobre nuestras secciones hasta el primer día grande que dio principio a nuestra feliz revolución, nos presenta demostrablemente, hasta la evidencia, que los pueblos no estaban en aptitudes de entrar tan repentinamente en los goces que hasta el presente no han encontrado y que otros más antiguos, mas sabios y experimentados en el arte de gober nar apenas han podido alcanzar. Con todo, más de veinte años de infancia es demasiado tér mino para desconocer (todavía) el valor y las ventajas de acostumbrar en sus tiernos años a la juventud a una nueva educación que produzca hombres más sensibles, más amantes de las luces y reconocidos a los que, pasando por una educación costosa, se las traigan desde el antiguo continente y la comuniquen a sus hijos con progresos agigantados [...]. He de repetir a Ud. el sentimiento que me causa verlo tan distante de su Liceo, plantel que lisonjeaba la esperanza de ver al fin ciudadanos chilenos amantes de una libertad racional y de principios sólidos” [4].


El futuro gran hombre

A fines de noviembre de 1810 la gran preocupación de Bernardo O’Higgins, todavía en su hacienda, era si el Congreso de Diputados sería o no convocado. Porque estaba dispuesto a incorporarse a él, auscultaba las necesidades del partido de Los Ángeles al cual deseaba representar. Aquello que le llamaba la atención lo anotaba con trazos anchos, resueltos, bajo el epígrafe “Puntos que hay que pedir a la junta (por el diputado Ber nardo O’Higgins)”.

Muchas de sus experiencias, muchos de los principios analizados, muchas de las palabras escuchadas estaban presentes en su mente en esas caminatas por el poblado, cuando se acercaba a sus coterráneos de un modo diferente. Su deseo de libertad se confundía cada vez más con el de ellos y ellos comenzaban a sentir que él asumía sus carencias.

  1. Collier, op. cit., p. 155.
  2. Montaner, op. cit., p. 19.
  3. José Joaquín de Mora, nacido en Cádiz en 1783, se trasladó a Chile en 1827 donde contribuyó con Melchor de Santiago Concha, en 1828, en un proyecto de carta fundamental para un Congreso Constituyente. Participó en la fundación de El Mercurio de Valparaíso y, en 1829, fundó el Liceo de Chile. Conocidísimo por sus ideas liberales, fue expulsado del país por el gobierno conser vador en febrero de 1831 y el Liceo fue clausurado.
  4. Valencia, “Pensamiento de O’Higgins...”, op. cit., p. 98 . Por libertad racional se entendía aquélla subordinada al orden, ajena a toda manifestación de anarquía, de la cual se ha hablado.