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Biblioteca del Congreso Nacional de Chile — 28
de luz, tan propios a regenerar la sociedad. En fin, para no omitir nada de cuanto podía favorecer su generoso pensamiento, seguía una cor respondencia tirada con Santiago [1], y escribía, a menudo, a Buenos Aires, en donde se había for mado un gran club bastante semejante al de Cádiz” [2].


Gay estuvo en Lima y declaraba haber estado con O’Higgins, ese “poderoso atleta de la rev olución chilena” [3], y con él haber “trabajado dos meses consecutivos sobre su larga carrera política y administrativa” [4].

Por su parte, Juan Martínez de Rozas, hombre de cincuenta años, acostumbrado a ejercer el mando por sí mismo o bajo su influjo, sin vínculos directos con la administración colonial, comenzó a barajar las alternativas que tenía por delante en ese momento de su vida. Importantes para él eran las opiniones de su primo José María Rozas y de su cuñado Antonio Urrutia, quienes a su regreso de Europa le habían hecho ver la desmoralización de la corte española y la posibilidad cierta de que España no pudiera liberarse de las garras napoleónicas. Ellos le habían permitido prever un gobierno autónomo del reino de Chile, en el cual deseaba tomar parte. Sin embargo, las dudas se mantenían, y envió al gobernador García Carrasco un memorial en que solicitaba se le restituyera el cargo de asesor en la Intendencia de Concepción. El Presidente lo envió a la Corte, el 16 de septiembre de 1809, sugiriendo se nombrara al peticionario oidor o fiscal de cualquier Audiencia de América.

A pesar de todo, “al calor de la amistad y de la franqueza —como señala Domingo Amunátegui— estimulado por espíritus más frescos que el suyo, y robustecido por la palabra resuelta y firme de O'Higgins, el doctor Rozas fue avanzando en esta época paso a paso en el sendero de las convicciones revolucionarias” [5].


Convicciones revolucionarias del joven Bernardo

El abogado e historiador Julio Heise González, ha resaltado la singularidad de Chile en relación con los otros países hispanoamericanos, en tanto la emancipación y la lucha por la organización del Estado, constituyeron una sola etapa entre 1810 y 1830. Según Heise, en estas dos décadas, y con las dificultades propias de las preocupaciones militares y de las faltas de experiencia y de cultura política, se habrían afianzado definitivamente conceptos como soberanía popular, gobierno republicano y representativo y otras nuevas tendencias e ideas, que se enfrentaron con la monarquía absoluta. "En la mayor parte de los países her manos de la América hispana —dice Julio Heise— estos conceptos lograrán vigencia mucho después de la emancipación, a través de un largo y doloroso período de anarquía y de cruentas revoluciones" [6].

Con estas afirmaciones, Julio Heise quería distanciarse de aquella historiografía chilena, al menos hasta la fecha en que escribe, que

  1. Donde vivía su amigo de Cádiz el sacerdote paraguayo Juan Pablo Fretes.
  2. Gay,op.cit. p.57.
  3. Ibíd. p. XIX .
  4. Ibídem.
  5. Amunátegui Solar, op.cit., p. 63.
  6. Heise, González, Julio. “O’Higgins, forjador de una tradición democrática”. Neupert, Santiago de Chile, 1975, p. 12.