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Biblioteca del Congreso Nacional de Chile — 19

Su posterior reflexión —explicaba Bernardo— concluyó en que su “indignación se debía al hecho de no haber sido nombrado coronel de mi regimiento y que esto podría rebajar me en la estimación de mis inquilinos y los habitantes de la vecindad” [1]. Finalmente, aquella resiliencia que lo caracterizaba contribuyó a tranquilizarlo, convencido de que su situación era ventajosa porque disminuía en gran parte su responsabilidad en el día de combate y, además, lo estimulaba para levantarse más alto en su carrera.

Después de finalizar su escrito, Bernardo recibió la noticia que la junta había decidido convocar a un Congreso. Se la comunicó a Juan Mackenna a través de la siguiente postdata:

“P.S .- En este momento acabo de saber con el mayor placer que mi amigo Rozas ha podido llevar a cabo algo que lo establece por completo en mi buena opinión: ha obtenido de sus colegas de la Junta la firma para convocar un Congreso. Se por mi amigo Jonte [2]y por otras fuentes, que Rozas ha encontrado las dificultades más formidables para la realización de esta medida, pues la mayoría de los miembros de la Junta se oponían violentamente a ella. Merece, por consiguiente, las mayores alabanzas al obtener el éxito en tales circunstancias, sobre todo porque el mismo Rozas abrigaba grandes dudas respecto a su conveniencia. Poco antes de irse a Santiago para hacerse cargo de su puesto en la Junta, tuve con él una conversación larga y confidencial acerca de las medidas que era necesario adoptar para el éxito de la revolución y el bienestar del país. En esa ocasión, insistí fuertemente en la necesidad de dos medidas encaminadas a levantar al pueblo de su letargo y a hacerlo tomar interés en la revolución: la convocatoria de un congreso y el establecimiento de la libertad de comercio. Rozas parecía temeroso de las consecuencias de reunir un Congreso, y no sin razón. Por mi parte, no tengo ninguna duda de que el primer Congreso de Chile mostrará la más pueril ignorancia y se hará culpable de toda clase de locuras. Tales consecuencias son inevitables, a causa de nuestra total falta de conocimientos y de experiencia; y no podemos aguardar que sea de otra manera hasta que principiemos a aprender. Mientras más pronto comencemos nuestra lección, mejor. Con tales ideas, le

dije francamente a mi amigo don Juan que debía o bien inducir a sus colegas a convocar a un Congreso o retirarse del Gobierno o contar con una hostilidad determinada de mi parte, en vez de la ardiente amistad que hasta entonces sentía para él. Después de esta declaración, echó a un lado todas las objeciones y se comprometió a convocar a un Congreso o, si no podía hacerlo, a retirarse del Gobierno. Tengo gusto en decir que ha cumplido su palabra y que puede contar con mi más ardiente cooperación en todo momento; aun cuando me hubiera hecho tan solo cabo en vez de hacerme coronel” [3].

La respuesta de Juan Mackenna tardó casi dos meses [4]. En ella el irlandés le manifestó a Bernardo el agrado de ser su instructor

  1. Ibídem
  2. José Antonio Álvarez Jonte, agente diplomático del gobierno de Buenos Aires muy cercano a los patriotas más radicales.
  3. Archivo Nacional, op. cit., T. I, pp.
  4. La carta de O’Higgins a Mackenna está fechada el 5 de enero de 1811. La respuesta de Juan Mackenna es del 20 de febrero de 1811 (Ibíd. pp. 70-104).