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Biblioteca del Congreso Nacional de Chile — 110

José Miguel Carrera envió emisarios a todas las provincias donde, hasta las orillas del Maule, los cabildos aprobaron la disolución del Congreso.

Al día siguiente, los vocales Bernardo O’Higgins y Gaspar Marín renunciaron a sus cargos. Marín después de aducir razones personales y familiares dio, irónicamente, como referencia política el hecho de haber llegado “la época en que el pueblo (según lo exponen los comandantes de las tropas militares), espera el principio feliz de su regeneración civil” [1].

La renuncia de Bernardo O’Higgins fue presentada así:


“Excmo. Señor: Las incesantes enfer medades que he sufrido desde mi llegada a esta capital, me obligaron a suplicar al alto cong reso me eximiese del cargo de suplente del señor don Juan Martínez de Rozas, representante por la provincia de Concepción en el directorio ejecutivo. Al presente ocurro a la justa benignidad de V. E. para que teniendo consideración de mis padecimientos, la postergación de mis intereses por la ausencia de mi país, y finalmente, la decadencia de mi salud por falta de los aires del campo, se sir va nombrar otro suplente por la citada provincia, bajo la protesta que desde luego hago de reg resar dentro de tres meses, si para entonces se me conceptualise (sic) útil, sirviéndose V. E. conceder me la correspondiente licencia. Es g racia que con justicia espero conseguir de la integ ridad de V. E. Santiago, diciembre 3 de 1811.- Ber nardo O’Higgins” [2].


Como se ve, O’Higgins usa su acostumbrado estilo respetuoso de la autoridad. Según el secretario John Thomas, estando preso en el Palacio del Cabildo, Juan Mackenna le había enviado una nota advirtiéndole que obrara con cautela para prevenir reacciones inconsultas y peligrosas.

Carrera aceptó la renuncia de Gaspar Marín cuya conducta siempre le parecía sospechosa, en cambio no aceptó la de Bernardo O’Higgins, porque recelaba de su reg reso a Concepción. Empero, la reacción de la Junta de Concepción ante los sucesos de Santiago —que incluyó un oficio dirigido al Presidente del Congreso pidiéndole le infor mara sobre ellos y ofreciéndole, si era conveniente o necesario, la marcha de tropas de la provincia hasta la capital— llevó a Carrera a visitar a O’Higgins para pedirle que, como delegado del Gobier no de Santiago, se trasladase a Concepción para hacerle presente a la Junta de aquella provincia sus intenciones pacíficas.

El chillanejo entendió que de su acción dependía poner término a la anarquía y volver a reunir todas las fuerzas y recursos en bien de la causa común, y aceptó la misión.

  1. Valencia, “Bernardo ÓHiggins...”, op. cit. p. 81.
  2. Barros Arana, op. Cit., Tomo IX, p. 58.