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El Dilettantismo sentimental

Su duda es humana: "¿Ser o no ser?, signe y seguirá siendo eterno problema. "Morir... dormir..soñar, acaso?". La filosofía de Shakespeare, exclusivamente antropocéntrica, plantea así el problema:

Subsiste la conciencia individual después de la muerte?

Profundamente cristiano, lucha con esa duda filosófica y el drama acaba: "Más allá... el eterno silencio".

Planteado así, el problema está falseado. La vida consciente es el resultado del equilibrio de la energía interna subjetiva con la energía externa objetiva.

La muerte es ruptura de equilibrio y por lo tanto anulación de esa vida consciente. El yo, como tal, como propiedad individual, no existe sino en cuanto vive material, tangiblemente.

El recambio de energía, de cuyo equilibrio él es la resultante, sigue existiendo siempre con impulso ascendente: nuestro yo ha sido uno de los puntos por los que pasó la espiral de la vida en eterno devenir.

Así es que, a un tiempo, somos y no somos después de la muerte aparente. Dejamos de ser como individualidad, como yo consciente; seguimos existiendo como energía ascensional. El único fijador de la energía, el amor, bajo cualquiera de sus formas, nos perpetúa en nuestros coetáneos, en nuestros descendientes, como idea, como ejemplo, como recuerdo; impulso, deseo, o inhibición; fuerza o debilidad; aversión, repugnancia o simpatía; prejuicios sociales o sed de ideal.

Hemos pasado revista a la religión y a la filosofía de Hamlet. Preguntémonos: ¿Amaba, es decir, "vivía' intensa, plenamente?

Ofelia confiesa a su hermano que Hamlet la requiere de amores. Laerte trata de evitarle un desenga-