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Raquel Camaña

—Yi si quiere saber por qué está desierta la sala?

—Mostradle la lámpara apagada y la puerta abierta...

Calderón, contestaría, más bien: "Respóndale retórico el silencio".

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No; decididamente, malo por malo, me quedo con el lenguaje, "precioso" como el de Roxana, de la "desvanecida", de la "enfermiza" o de la "dcsahogada", a quienes Juan de Zabaleta hace hablar en "El día de fiesta por la tarde". Entiéndeselas, siquiera al final, cuando, como en las charadas, nos dan la solución.

Reunidas las señoras en el estrado, una de ellas, la "desahogada" que, al llegar, por atajar cumplimientos se sentó sin almohada en medio de la alfombra, junto a un braserillo que en la sala había, dijo:

Mi primo me trujo ayer un corte de hábito de chamalote de aguas de color vinagre torcido, la mejor cosa que ví en mi vida.

La enfermiza dijo:

—Nunca ví tal color ni se cómo sea.

—Yo lo diré, dijo la desahogada. Vinagre torcido llaman a un borracho, porque el vino que lleva en el estómago está hecho vinagre, y él lleva el cuerpo torcido, como le falta el gobierno de la razón.

Halló entrada la desvanecida — los desvanecidos son los molinos de viento de todas las conversaciones, y como nunca el viento les falta, están moliendo siempre a los que los escuchan — y dijo:

—No nos podemos averiguar con mi primo — esta mujer se "primaba" con su marido para sonar a gran señora, pues deste término suele usar la nobleza muy alta, huyendo las mujeres de decir "mi marido" y los hombres de decir "mi mujer" — si mis doncellas no están haciendo flores todo el día para el jardín.

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