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El Dilettantismo sentimental

el amor, un ejercicio corporal; el único placer intelectual es la vanidad".

Pero ésta era la segunda generación romántica francesa, la hija de la mentira vital que todo lo negaba, que nació desesperada e inadaptable.

La primera generación, la que creó el tipo del "bello tenebroso" y dió a las lágrimas el poder de expresar toda emoción, tuyo como portavoces a. Juan Jacobo, a Chateaubriand, a Lamartine, a Vigny y a Hugo. Rousseau emancipó el yo del largo cautiverio de dos siglos en que lo retuvieron las costumbres literarias basadas en un concepto esencialmente social de la literatura. Juan Jacobo, cuya obra entera no es más que una confidencia apenas disimulada, abrió una de las principales y más recónditas fuentes de poesía al oponer el sentimiento a la razón, el amorpasión a la galantería, la personalidad del autor al personaje abstracto, el lirismo descriptivo al estilo claro y frío que revestía la idea pura.

Chateaubriand, viajero infatigable, devolvió a la literatura el sentimiento de la naturaleza exterior, llena de vida y de colorido. Ferviente cristiano, imprimió al arte el ideal cristiano, cuya ausencia había contribuído al prosaísmo de los poetas del siglo XVIII. Con "el gran romántico", triunfa el culto de un yo pesimista, triste, hastiado, encarnado en René: "Céluta, una gran desgracia sombreó mi primera juventud: He amado demasiado, demasiado...

Desde que empecé a vivir no he cesado de nutrir tristezas: Hay existencias tan rudamente probadas que parecen acusar a la Providencia y corregir a los demás de la "manía de ser..." De esos corazones inflamados, que se devoran a sí mismos, salen llamas