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Raquel Camaña

curas"; si hablaban de amos, de fuerza, de vida...

"haceos curas". Esos gladiadores, educados para el combate, sentían en el fondo del alma una miseria insoportable. Los más ricos se hicieron libertinos; los de mediana posición abrazaron un estado, resignándose con la toga o con la espada; los más pobres se dedicaron a entusiasmarse con las grandes palabras:

se arrojaron al proceloso mar de una acción sin objeto. Los hombres se entregaron al vino y a las cortesanas. La hipocresía reinó en las costumbres, la alegría desapareció. Se trató al amor como a la gloria y a la religión: como a una ilusión ya vieja.

"En esa juventud, las ideas de Goethe y de Byron produjeron terrible convulsión. Fueron un gemido y una carcajada simultáncos; aquél nacía del espíritu, ésta de la carne. Decía el primero: "La religión se va; las nubes celestiales se deshacen en lluvia: no nos quedan esperanzas. ¡No más promesas! Ya no tenemos aquellos dos maderos en cruz hacia los que tendíamos nuestras manos. El astro del porvenir nace penosamente; no puede aún surgir en el horizonte; lo envuelven las nubes, y, como el. sol de invierno, su disco tiene un fulgor rojo: es la sangre del 93. Ya no hay amor, ya no existe la gloria. ¡Qué densa obscuridad pesa sobre la tierra! ¡Y cuando la luz amanezca, ya habremos muerto!" Oigamos ahora lo que decía la carne:

"El hombre ha nacido para utilizar sus sentidos; puede llegar a poseer unos cuantos pedazos de un metal amarillo o blanco que le dan derecho a la mayor o menor estimación de los demás. Comer, beber y dormir, eso es la vida. En cuanto a los lazos que deben existir entre los hombres, ya sabemos que la amistad consiste en prestar dinero, aunque es raro encontrar un amigo que nos quiera lo bastante para esto; el parentesco es un pretexto para las herencias;