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El Dilettantismo sentimental

que era verdad aquella máquina de soñadas invenciones que leía, que para él no había otra historia más cierta en el mundo. En efecto, rematado ya su juicio, vino a dar en el más extraño pensamiento que jamás loco dió en el mundo y fué que le pareció convenible y necesario, así para el aumento de su honra como para el servicio de su república, hacerse caballero andante, e irse por todo el mundo con sus armas y caballo a buscar las aventuras y a ejercitarse en todo aquello que los caballeros andantes se ejercitaban, deshaciendo todo género de agravio y poniéndose en ocasiones y peligros donde, acabándolos, cobrase eterno nombre y fama.

Hoy, vista a distancia de siglos, parécenos exagerada y ridícula la influencia de los libros de caballerías.

Si la historia no nos mostrara con el ejemplo de un Suero de Quiñones, que con nueve caballeros desafió a singular combate y lo sostuvo durante un mesa todo caballero que pasara hacia Santiago de Compostela, no tendríamos por real la locura de Alonso Quijano el Bueno.

Cervantes, como todos sus coetáneos, era lector amantísimo de libros de caballerías. En el "Quijote" están todos estudiados a fondo y reflejados por el reverso. Alguien acusó al gran artista de haber destruído el ideal español. Lamentable confusión, a cuatro siglos de distancia, cuando toda pasión ha sido vencida, entre lo que significa el "ideal" y la "mentira vital'. Cervantes destruyó. para crear, volviendo el genio español a sus primitivas fuentes de vida.

Así, libre de escoria, resurgió en el siglo XVII con la Novela Picaresca que de España pasó a Francia concretándose en el Gil Blas, florecimiento realista que aparece después que la literatura pseudo—caballeresca se consumió cual paja, incendiada por la chispa del "Quijote". Orientó, Cervantes, el genio caballeresco español hacia un fin práctico cuando le hizo ver los