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El Dilettantismo sentimental

66 sario, tanto"en" nosotros como en torno" de nosotros; ¿por qué esta idea tan lúcida no destruye en mí el sufrimiento que me invade al recapacitar sobre mi vida? Tengo "remordimientos, aun cuando mis doctrinas filcsóficas, las verdades en que creo, las convicciones que forman la esencia misma de mi inteligencia, me digan que el "remordimiento" no existe. Dudo con mi corazón de lo que afirma mi cerebro. Por eso acudo a vos, médico del alma. Dadme la clave de este enigma, decidme que no soy un monstruo, probadme que no me equivoqué al adheri mi íntima energía de creyente sincero a la nueva fe que vos predicáis". "Escribidme, Maestro. Alentadme para que persevere en la doctrina que justifica hasta nuestros actos más detestables, más funestos; que hace que hasta mi premeditada tentativa de seducción, mi cobarde actitud al negarme a cumplir el pacto de muerte que Carlota y yo sellamos, dependa del conjunto de leyes de este inmenso universo. Decidme que no soy un monstruo, que los monstruos no existen, puesto que todo es necesario:

que estaréis a mi lado si salgo con vida de esta crisis suprema, que me llamaréis aun vuestro discípulo, vuestro amigo, vuestro hijo intelectual".

Ante este grito de dolor, Alejandro Sixto, el me tafísico de la universal necesidad, sintió remordimientos, a pesar de que su razón le gritara: "Eres tan culpable de esa felonía, como el químico que descubrió la dinamita es culpable de que los anarquistas la empleen en sus atentados".

Abordemos con Alejandro Sixto el. problema de la responsabilidad: el Discípulo planteóselo con el de la libertad, al preguntarse: ¿El destino crea fatalmente nuestro pensamiento o, por el contrario,