con un amigo del Conde Andrés. Siempre ese odiado rival. Su vivisección estaba perdida. Y allá, en el fondo de su ser, a pesar del desprecio, a pesar del ultraje, con rabia impotente, sentíase amando a Carlota: su inteligencia, que ideó ese plan de vivisección sentimental, la amaba; sus deseos que la soñaron suya, la amaban; la amaban sus recuerdos, que la revivían bella y buena.
Castigóse a sí mismo para dominarse. Atacó el pensamiento con el pensamiento: estudió, estudió sin cesar con inútil empeño. Siguiendo el consejo de Goethe ensayó aplicar su pensamiento al dolor que lo abatía, para ver de dominarlo. Su juventud respondía con un grito de deseo: ¡ Carlota! Ultrajóse a sí mismo, entregándose a sensuales excesos, y de ellos surgió una resolución que le pareció salvadora:
el suicidio.
66 Matándose tornaba contra él mismo esa locura destructora que se despierta misteriosamente al aparecer el amor". (Teoría de las pasiones, de Alejandro Sixto).
Roberto, ansiaba la muerte libertadora, la que rompería, al fin, la cadena que lo amarraba a sus sentimientos, a sus deseos, a sus recuerdos; la muerte que interpondría para siempre su imagen entre Carlota y su prometido.
El regreso de Carlota al castillo, la seguridad de que ella lo ama, de que lo sacrifica a rancias preocupaciones, de que si él no se suicida ella será de otro, fortifica su resolución.
Y ante la idea neta" del suicidio, que lo "determina" a la acción, desdóblase de nuevo la personalidad del Discípulo.
Veíase sufrir con impasible lucidez. El yo objetivo actuaba con independencia casi absoluta del yo subjetivo. Ante los preparativos del suicidio, el