crítico es una falta de defensa contra las malas lecturas, y son malas todas las que el lector no entiende o puede entender a su manera.
Escritores como Schopenhauer o Nietzche son tanto más peligrosos cuanto mayor es su genio, pues sugestionan más a los que no saben distinguir, en su literatura, el fondo moral que refleja un desequilibrio de todos los sentimientos. Y lo mismo podría decirse de todos los metafísicos que plantean problemas falsos y los resuelven con juegos de palabras, desorientando a los que llegan hasta ellos sin tener de antemano un conocimiento científico de la naturaleza, que les impida tomar por ciencia o por filosofía sus más disparatadas paradojas. Alejandro Sixto pudo sugestionar a su discípulo porque era éste, además de alocado, ignorante de la vida, intoxicado por la literatura de fantasía, y sólo así podía creer que el mundo de las ideas existía con abstracción del mundo de la realidad, y que la virtud y e!
crimen eran palabras huecas en vez de ser valores seculares de la vida en sociedad, que de otro modo fuera inconcebible.
La primera crisis emotivo—impulsiva estalla en el yo subjetivo de Roberto y logra ser inhibida. Fué una crisis de odios heredados, de lucha de razas, de rivalidades entre él—tipo humano intelectualizado, casi abstracto—y el conde Andrés,—tipo humano de sólida, bella, enérgica armonía física y moral.
Roberto, el plebeyo, el egoista, el intelectual, trasplantado en un medio aristocrático, afectivo, franco, sentimental, fundamentalmente honrado y noble, establece comparaciones. Andrés, el hermano mayor de su discípulo, joven oficial de noble alcur nia, personificación de la voluntad como condensadora del pensamiento y de la acción, para quien la mentira es un estigma, despertó en Roberto, a raíz de uma antipatía admirativa y de un examen auto-