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DESDE LUXOR

(De una carta particular)

Luxor, enero 18 de 1914.

¡Cuánto hubiera gozado usted, amigo míc, en este Egipto todo luz, todo vida primitiva, todo belleza!

No imaginé jamás que lo tantas veces oído: "En Egipto uno ve las costumbres y la vida tal cual en tiempo de los Faraones" fuera exacto.

Y así es. La raza es la misma, al punto de que uno los ve trabajando la tierra, elevando el agua por medio de acequias, regando, regresando bíblicamente del trabajo, orando!

¡Y los vuelve a ver esculpidos, exactamente iguales, en templos, sepulcros y ruinas!

Ni el gesto, ni el traje, ni el proverbial desaseo oriental ha cambiado en ellos: así eran, así son!...

Y uno los quiere: con tan poco contentan sus deseos; son tan naturales, tan sencillos, tan instintivas sus necesidades, que uno los comprende y siente y quiere, como ellos, mientras con ellos vive.

Y la naturaleza es aquí tan bella, tan pura, tan sencilla; y la luz es aquí tan diáfana, tan radiante, tan viva, tan vibrante, tan cambiante; y el Nilo es tan hermoso, con sus orillas verdes, de un verde increíble si no se le viera, o amarillo-rojizas recubiertas de la