suficiente para hacernos sentir todo lo que hemos perdido con ella. La desaparición de un pensador es siempre cruel, pero cuando es un espíritu joven, una vida llena de promesas la que se extingue, nos es más penosa la pérdida y nos subleva como la injusticia de una naturaleza ciega.
Pasó así ese brillante espíritu de mujer, con demasiada rapidez para concluir la obra que había comenzado, pero su paso fugaz nos dejó el recuerdo de una sólida y clara inteligencia, de un carácter firme y seguro como pocos, pues tuvo el valor de pensar y de expresar sus ideas en un ambiente donde la valentía de opiniones es rara en los hombres y más aún en las mujeres, donde se tienen audacias de pensamiento en la reflexión solitaria o la causerie íntima, mientras se paralizan la lengua y la pluma cuando es el público quien escucha o lee.
En este sentido Raquel Camaña es un ejemplo para las mujeres argentinas; lo es por su alta inteligencia, por su valor moral, por su serenidad, por la bondad y la dulzura que templaban lo viril del pensamiento, por su elevación que la alejó siempre de las pequeñas envidias, de los mezquinos orgullos, amargo tributo que pagan tantos de los que pretenden conquistar el renombre y la fama.
Tuvo al servicio de sus ideas una pluma fecunda y amena y la lectura de sus escritos atrae, pues se percibe el entusiasmo, el fervor con el cual fueron pensados, la idea hermanada al sentimiento en el deseo de persuadir.
ALICIA MOREAU.