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El Dilettantismo sentimental

—Si la señora quiere subir, en el 5.0 piso hay piezas más chicas.

Trepamos: Sotabanco, 2.0 piso bajando del cielo; teelo que se toca con sólo empinarse en puntillas de pies; ventana sobre un balcón que domina espléndido bosque de chimeneas y cerros de tejados: Gran concierto gatuno en perspectiva.

Muebles Cama, mesa, lavabo, armario, estante, clavos, sillas y butaca. Pero, ¿de qué museo medioeval salió todo ésto? La cama parece la que abrigaba al Pescador de Islandia; las sillas, las que sustentaron a Luis Onceno: Lo demás, de juguete: No tocarlo: No empieza el mueble cuando ya se acabó.

Olvidaba: Hay estufa y de mármol y empotrada en la pared—¡Adiós caño por donde los héroes de Paul de Kock robaban calor al pudiente vecino!

¡Cómo será de helado esto en invierno! Pero ¡qué vista lindísima! Ni los pájaros. ¡Y cuánto sol!

Un sol paliducho, en verdad. Hace cinco meses que llueve y llueve.

Hoy lloviznó a ratos mientras volvíamos de la Estación con el equipaje. Cruzamos París de un cabo al otro atravesando el Sena. Todo lo vimos a vuelo de pájaro: La Magdalena, la Opera, el Arco de Triunfo, Notre—Dame, el Louvre, el Palacio de Gobierno, los libreros de viejo costeando los muelles, los imponderables bulevares, los árboles que ni en Mendoza o en Jujuy tan altos, morrudos, verdes y frescos; las flores como en ramilletes artísticos desbordando por ventanas, balcones y tejados. La Sorbonne y la Escuela de Medicina que serán mis próximas compañeras, una frente al balcón; la otra, la Facultad, a un paso, a la derecha.

El departamento vecino está ocupado por un profesor alemán que completa estudios de filología en París. De tarde suelo verlo leyendo al fresco, en el balcón, bien extendido entre dos sillas, los pies más