Página:El Dilettantismo sentimental.djvu/158

Esta página no ha sido corregida
158
Raquel Camaña

algodón: Preciosa, como de seda, amarilla con vetas negras.

¡Qué curioso es Dakar! En plena Africa. Apenas se aleja uno de la ciudad francesa—linda y cómoda—cuando topa con bohíos de salvajes y con verdaderos salvajes. Aldea adentro, las chozas pajizas de forma cónica muestran una entrada bajita y estrecha. Las autoridades francesas son ya reemplazadas por autoridades musulmanas. Un poco más lejos y el estado primitivo de la población hace innecesario el ostentar autoridad basada en Cristo o en la Media Luna. Antes de internarnos, los cuatro compañeros nos consultamos tácitamente, y a la voz de—¡ Quién dijo miedo! ¡Adelante!—seguimos viaje.

La gente parece curiosa, pero de buena índole. Se agrupan en torno nuestro, ríen, discuten, quieren tocar nuestras ropas; con gracioso ademán nos ofrecen sus chicuelos, accionan y gesticulan de lejos, nos miran embobados de cerca, pero se apartan, abren paso en cuanto nos ven decididos a seguir marcha. En las callejas, de acera blanca y luciente, bajo un sol que reverbera, pululan negros de hermoso y fornido cuerpo. Las mujeres, desnudas medio cuerpo o luciendo escote discontinuo, cerrado arriba con una banda y un seno al aire; bien hechitas, de caderas salientes y pronunciadísima curva en la cintura; carnes tersas, .lucientes, duras como ébano pulimentado; adornadas con oro y plata en las orejas, cuello, brazos y piernas, marchan esbeltas y armoniosas, el cántaro sobre la cabeza, los hijos colgados a la espalda, la cachimba humeante en la boca. Los negros dandys luciendo alguna prenda de vestir a la europea, aunque más no sea un chaleco sobre el cuerpo desnudo, y la infaltable varita o el paraguas cruzado a la espalda, sosteniendo cabo y contera con ambas manos en alto, el