Página:El Dilettantismo sentimental.djvu/149

Esta página no ha sido corregida
149
El Dilettantismo sentimental

guiente, a la hora del almuerzo, la Punta Brava, "au grand complet"—hasta el dormilón del ingeniero fué puntual—de punta en blanco, de rigurosa etiqueta, avanzó a ocupar su lugar en la mesa que ya presidía el médico desafiante. Y ante las expectantes miradas del capitán y de los pasajeros todos, a una, se sentaron depositando cada socio a la derecha un flamante guante blanco y dirigiendo de consuno retadora mirada al pobre médico que cambió mil veces de color antes de decidirse a echarlo todo a gracia y a corear la estruendosa carcajada con que toda la sala coronó esta broma.

Pero el joven galeno no escarmentó en su avances amatorios. Convencido de la inutilidad de medir sus fuerzas con nuestro tenorio, creyó poder hacerlo impunemente con otro socio, un caballero chileno, de cierta edad, cultísimo y ameno, a quien llenó el ojo desde su arribo una brasilerita donosa que embarcó nuestro Ipiranga en Río de Janeiro.

No conocedora de la mutua simpatía fuí llamada una mañana por uno de los delegados navales argentinos para observar las señales telegráficas que él decía tenían lugar a proa. Inocentemente lo acompaño, escruto el mar con negativo resultado y, cuando volvíame al marino para que me ayudara a ver, leí en su cara que muy otras eran las señales por él descubiertas. Seguí su mirada y con asombro y contento noté que el caballero chileno y la gentil brasileña cambiaban incendiarias miradas de un extremo a otro de proa.

Y de pronto hízose la luz en mi espíritu e interpreté con claridad escenas que hasta entonces no habían despertado mi atención. En la mesa ocupábamos una misma línea mi amigo el caballero chileno, mi padre, yo, la señora madre de la brasileña y la gentil niña. Con razón nuestro compañero echaha hacia atrás su silla a cada rato para ver, por