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Raquel Camaña

niño que persiste malgrado la edad, la disipación, lo artificial de nuestras vidas, los perjuicios, las falacias, los vicios, males más aparentes que fundamentales.

De niño conserva el hombre lo que la mujer, ni cuando la edad la dice niña, ha tenido. Simulación y artificio, dominio de sí misma, artería, afeites físicos, morales e intelectuales: Como una capa cubre a la mujer la educación actual imbuída de prejuicios. La libertad de acción del hombre muéstralo tal cual no va en ello el provecho inmediato. Y allí, a bordo, ofrécese por entero a quien le brinda simpatía y amistad.

Revivo gozando aún hasta las sencillas bromas que t r to nos divertían.

Recuerdo que el médico de a bordo que, por su situación a la cabecera de nuestra Punta Brava formaba parte de ella accidentalmente durante las comidas, fué el blanco de todos los tiros que rivalizó con el tenorio del A. B. C.

Alguien propaló la especie que el médico proyectaba desafiar a nuestro tenorio, y para probar esos dimes y diretes nos mostró al galeno paseando en la cubierta ante nosotros con un oficial y accionando vivamente con un guante que se había quitado.

Verdad es que parecía no reparar en nosotros. Un rato después pasaban echándonos torvas e inquisitivas miradas: probablemente algún oficioso le había contado que nuestro tenorio aceptaba el desafío.

Qué hacer en semejante emergencia? La Punta Brava tenía que mostrarse a la altura de sus antecedentes. Entre broma y broma los ánimos se acaloraron y quién sabe adónde habríamos llegado, pues a bordo todo es agigantado por el ocioso pensar, si mi femenil astucia no los hubiera timoneado hacia seguro puerto, burla, burlando.

Y como se pensó se ejecutó. A la mañana si-