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Raquel Camaña

146 llos y dientes germanos y por fin, un triple ¡hurra!

Oídos de pie los himnos argentino y alemán, el comandante hizo pasar una ronda de champagne comenzando por nuestra Punta Brava, argentinos, brasileños y chilenos unidos en la sociedad de A. B. Cy luego, después de recrearnos con el "pericón", mejor ejecutado—sea dicho sin ironía—que hecho el 'puchero" que nos sirvieron, se puso en pie un oficial argentino y, con bellas y oportunas frases, habló de la que nunca está ausente.

A la noche se organizó un baile: Las señoras, de escote y adornadas con orquídeas brasileñas; los caballeros, de frac; los argentinos de la legación naval de gala. La orquestita rompió con La viuda alegre y ¡n de encargo! Dos mundanas vestidas a la "última—derniére", con traje—funda de terciopelo y bajos plegados de liberty, luciendo todo lo enseñable, peinados llenos de rulos, la una rubia y la otra morena como las dos chulapas de la Verbena—escoltadas por dos jóvenes elegantísimos, hicieron su aparición danzando. Las pobres señoras y señoritas las miraban, asombradas ante tal audacia. Les dejaron campo libre y ellas bailaron sin perder compás. Ocuparon, para reposar, el sofá de frente al sitio de honor reservado a la dueña de casa, y risa va, risa viene, entre vuelta y vuelta de vals o de polca, una jira al "fumoir" para echarle con entera libertad carbón a la máquina, carbón champagne o carbón ajenjo. Al final, medio mareadas hay que confesarlo: más mareados ellos que ellas y más mareados aún los viejos y jóvenes que los miraban—bajaron al comedor a seguirla corriendo.

Y así, cómicamente, concluyó el aniversario patrio iniciado en forma tan trágica al amanecer.

A bordo, al restringirse el medio ambiente, se acentúan los caracteres individuales. Librado a sí mismo, poco a poco desaparece en cada uno lo que