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El Dilettantismo sentimental

campo abierto, la luz tropical, intensa, hellísima, que perfila nítidamente orlando de fuego la montaña. Todo se renueva bajo esa luz: El cielo, más alto, mucho más que el de nuestra zona templada, semeja sólida y cristalina cúpula de pulidísimo zafiro. El sol parece circular fundido en arterias y venas, animándonos de nueva alegría de vivir. Y ese verde aterciopelado, nuevecito, del bosque virgen que suaviza, embelleciendo, la majestuosa sierra; y esos eucaliptus que limitan al sur La tablada, surgiendo como gigantesca falange ante los primeros cerros; y ese Chaño, ya canoso con las primeras nieves; y esa pintoresca montaña, al norte, que desciende, en planos suavemente inclinados hacia el río, sus campos fertilísimos...

Ronco son de cajas y destemplados clarines, precedió la división militar del norte. El uniforme de campaña de las tropas de la 5.ª Región arınonizaba con el panorama, evocando el traje nacional. En verdad, la amplia bombacha y alta bota, la blusa y el ancho sombrero está más cerca de nuestro pueblo que el galoneado uniforme y el luciente casco sajón.

Los gauchos que acudieron a presenciar las carreras abrían calle a los milicianos con manifiesta simpatía. Era de verlos, vistiendo fino chiripá y bordada casaca, al hombro el rojo poncho, sobre la cara el rico calañés, luciendo orgullosos el mejor pingo enjaezado de plata. Las mujeres, a pie o a caballo, llevando, colgado a la espalda, al hijito menor que asoma curioso sobre el poncho—saco. Y esas indias bolivianas, de lujosa falda de felpa rubí, ahuecada a profundos pliegues; botita.amarilla de altos tacones; manto cruzado sobre el pecho y calañés de angostas alas caído sobre los ojos, ocultando, a medias, dos gruesas y renegridas trenzas que desaparecen bajo el manto...

Pero ya la tropa ha acampado, desunciendo los caballos de los armones, llevándolos al abrevadero,