gracias a la educación sexual, ella los alejará poderosamente de los escenarios del vicio donde tantos organismos jóvenes se contaminan moral y físicamente en forma irreparable.
Esta responsabilidad del padre hacia el hijo lleva a considerar la importancia del rol de la mujer: le corresponde, decía, tomar como suyos los intereses de la raza. "Pero ¿dónde y quiénes preparan a la mujer—madre? La maternidad es tema vedado en la familia, es tema vedado en la escuela, es tema vedado en sociedad. ¡Y decir que es el porvenir de la raza el que está en juego en esa ignorancia materna, en esa falta para ambos sexos, de educación y de instrucción sexual!" (1) Preparar a los padres para su rol de padres y de educadores, hacer que los jóvenes al amarse y unirse se pregunten: "¿convendremos a nuestros hijos"?
Hacer noble y respetable toda maternidad, preparar todas las energías sociales e individuales para la gran obra del perfeccionamiento de la vida, he aquí lo que presentaba como el más alto ideal humano, coincidiendo en muchos puntos con esa otra gran pensadora, Ellen Key, de quien Raquel Camaña parece hermana por el espíritu.
Para conseguir la educación de ese poderoso instinto, para hacer que en los actos que él promueve intervenga siempre más el razonamiento, para transformarlo de ciego y brutal en consciente y medido, para idealizarlo y convertirlo en el más seguro núcleo de formación de la personalidad moral, comprendía Raquel Camaña la necesidad de una educación sabiamente dirigida en ese sentido, que obrase sobre el niño desde sus primeros pasos por la vida, que formase un ambiente tal de armonía, de equilibrio, de (1) La educación sexual.