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correos llegasen prontamente á D. Fernando, y ofrecía á éste que, después de obtenido algún resultado de la expedición de África, le enviarla tropas á Napóles, si de ellas en Italia tenia necesidad.

A pesar de todo, Cisneros, que tantos años venia preparando la expedición, y que tanto habia trabajado para que nada faltase en ella, cuando ya se hacia á la mar en Cartagena, reconocía las grandes dificultades que habia tenido que vencer, no todas dominadas todavía, y escribía á su querido López de Ayala: «Yo he recibido mucho trabajo y no poco desengaño, que pensaba que sabia ordenar estas cosas.»


XLI.

Todo estaba dispuesto, y las tropas debian embarcarse en seguida. Una nueva sedición, sin embargo, estalló en aquel instante mismo. El Conde Pedro Navarro, que sufria con disgusto la dirección de otra persona, sobre todo de un fraile, ensoberbecido por su fortuna cuanto por las ocultas simpatías del Rey, cuyo instrumento habia sido tal vez en Italia contra el gran Capitán y lo iba á ser en África contra su gran Ministro, mal hallado con no tener participación en la repartición de los sueldos cuando la avaricia lo dominaba, trabajó cautelosamente para torcer en contra de Cisneros el espíritu de las tropas, valiéndose, sobre todo, de algunos Oficiales que habia tenido á sus órdenes en la campaña de Napóles, y aun haciendo entrar en sus tortuosas miras al mismo Vianel, según se sospecha. Habia creído Cisneros, haciendo sin duda presente aquello de que paga adelantada paga viciosa, que conservaría mejor á su devoción las tropas con no entregarles préviamante cantidad alguna; pero éste era cabalmente el pretexto del motín, declarando á gritos muchos soldados qne no tomarían parte alguna en la guerra á menos de que no se les adelantase su sueldo. «Que pague el fraile, que pague el fraile» se oía por todas partes; y Vianel, de quien se sospechaba que habia acalorado el motín, y que, para desvanecer esta sospecha, castigaba con gran crueldad á los que quizás no eran más que sus instrumentos, nueva perfidia con que los traidores creen ocultar su infamia y la hacen más repugnante, aumentaba la sedición con sus extraordinarios castigos. Destacó el Cardenal á su sobrino Villaroel, el Adelantado de