y entónces como siempre, no es lo comun que el que está en lo alto se reserve para sí el trabajo, la mortificacion, la virtud, la austeridad, y procure desahogo, bienestar y alivio á los que tiene por debajo. Gracias que el que está arriba no sea ejemplo de prevaricacion y escándalo, injuria y castigo de los que por fuerza han de obedecerle, ya que Dios ha hecho tan raros, y por eso tan estimados, hombres como Cisneros, que, bien Guardian de su convento, bien Guardian del Estado, es un modelo de virtud y un espejo de justicia.
Estaba destinado, sin embargo, Cisneros por la Providencia para servir á su patria y á la Iglesia en puestos más altos. Solia decir el Cardenal Mendoza, cuando echaba de ménos sus servicios en el obispado de Sigüenza, que hombre como aquel no era para estar oculto; aún lo sacarán del Claustro para algun gran cargo, con lo cual ganara muchísimo el bien público, profecía que no había de tardar en realizarse, y que el mismo Cardenal habia de hacer principalmente que se cumpliese.
En efecto, el Cardenal Mendoza, que fué el ardiente sectario, el amigo constante y el Consejero áulico de la Reina Isabel, áun ántes de serlo, y cuando le disputaba el Trono la Beltraneja, así llamada porque los pueblos de Castilla se empeñaron en suponerla, no hija de Enrique IV, sino de su favorito D. Beltran de la Cueva, (que siempre las liviandades de los padres, cuando no en propia expiacion, vienen á parar en la de su inocente descendencia), habiendo pasado del Obispado de Sigüenza al Arzobispado de Sevilla, y de este al Primado de las Españas, por muerte de Carrillo, aprovechó la primer coyuntura para sacar á Cisneros de la oscuridad del Claustro en que se perdían sus dotes extraordinarias. Ocurrió por entónces que el bondadoso padre Fernando de Talavera, religioso de San Gerónimo y Confesor de la Reina, pasó á ser el primer Arzobispo del recien conquistado Reino de Granada, en donde tan necesaria era su presencia para catequizar á aquellos infieles, dejando vacante el importante cargo que ejercía cerca de la santa é inmortal Isabel. Viendo el Cardenal Mendoza atribulada, por carecer de Confesor, á esta noble Princesa de gran inteligencia y de gran virtud, pero sin los desmayos del fanatismo, que son el fruto