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EL ANGEL DE LA SOMBRA

en su voz, que él tuvo, clara, la noción de la injusticia.

Iba a replicar algo, arrepentido ya, cuando se oyó en el zaguán un rumoreo de visitas que llegaban.

Barruntando su objeto, aprovechó la coyuntura para escaparse, toda vez, dijo rápidamente, que la lección tocaba a su fin.

En el ligero atropellamiento que se produjo, al levantarse todos cuando aquéllas entraron, Luisa allegóse a él.

—Hasta el domingo, murmuró para él sólo.

Y como creyera verlo vacilar:

—No?... —apoyó con un soplo, temblorosa, sin atreverse a mirarlo.

—Hasta el domingo, contestó él resueltamente en el mismo tono, y salió sobre la avenida con el paso triunfal de la dicha reconquistada. Todo su fastidio desvanecíase en una certidumbre deslumbradora. Había ya un secreto entre ambos...


XXXII


Tuvo ante Cárdenas, no obstante, una explosión de mal humor:

—Mire, hágame el favor de esconderme por ahí a Blas, porque no sé si me contengo cuando lo vea. Le debo toda mi desgracia. Me ha creado una situación desagradable, me ha hecho héroe de folletín, novio... qué sé yo! Es un idiota, un verdadero idiota!

-No creo nada de eso. Lo que hay, no más,

es que la chica le gusta mucho.