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EL ANGEL DE LA SOMBRA

hacia atrás para más despejo de la ancha cara morena. Era hombre de primera impresión, y justificábala por cierto su perspicacia, exenta, no obstante, de vanidad, hasta resultarle una malicia plácida que reía con sus ojos de amarillez perruna, mientras el bigote entrecano y rudo decidíale un gesto casi terrible.

Campechano de suyo, gustábale, sin embargo, la expresión sentenciosa, que en los casos difíciles solía ser una cita de cierto tío suyo: el finado coronel Cárdenas, "quien me crió y formó", recordaba satisfecho.

X


Durante seis semanas las lecciones progresaron, gratísimas, con intermedios de charla y de música, dando a las tardes de viernes y domingos tan imprevisto encanto, que de común acuerdo agregaron una reunión la noche del miércoles. Así no recargaba Suárez Vallejo sino una tarde por semana su que hacer de oficina, aun cuando él consideraba ameno descanso aquella larga hora entre seis y ocho; al paso que podía participar, pues bien lo deseaba, doña Irene, demasiado ocupada por sus asociaciones pías y benéficas. La tía Marta, entregada a las atenciones domésticas, exagerábalas un poco, tal vez, para dejar mayor libertad a la gente joven; y don Tristán estimaba poco los versos. Así, Suárez Vallejo, invitado a comer algunos miércoles, no hablaba con él más que de legislación y diplomacia, reprimiendo con jovial disciplina de "pro-