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EL ANGEL DE LA SOMBRA

explicación el misterio. Las palabras del asiático acudieron a su memoria, enormes de miedo, formidables de certidumbre:

—No tendrá usted enfermo algún ser querido?

El vidente sabía, entonces. "Sé más aún", había afirmado él mismo. "Ella estuvo en lo justo cuando quiso acompañarlo. Era la hora del destino".

Tarde lo comprendía.

Si hubiese accedido, afrontando la maldición familiar, hallaríanse ahora repudiados del mundo, en peligro, en la miseria tal vez; pero el aire salubre de la montaña habría evitado la aparición del mal tremendo. La hora del destino dichoso, fué entonces esa que él perdió por haberla desoído!

Con desesperado afán, sacudido aún por aquel vértigo de espanto, pegaba a la suya su boca, ansioso de beber la muerte que ella podía darle, en la posesión suprema de un delirio cuya sombría delicia superaba todas las dichas de este mundo. Amarse en la muerte era poseerse en la eternidad. Pero ella había tenido la razón suprema, la razón del amor, y ya nunca volvería a contrariarla.

Más que con la palabra, decíaselo con aquella caricia mortal cuya intensidad llegó a serle irresistible. Vió pasar él par sus ojos la ya mística angustia en que peligraba el éxtasis; y en la fragante suavidad de los bucles deshechos, sintió caer su cabeza desfallecida.

La campanada de un reloj desvaneció el doloroso encanto.

Acordaron verse allá por las tardes, siempre que se pudiera. Cuando fuese de mañana, en la escribanía, que no empezaba a funcionar hasta la una,