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EL ANGEL DE LA SOMBRA

delincuencia pasional: "mía o de nadie!"—en una hartura de infamia.

Dueño de su muerte! Hallábase tan seguro de su dominio, que intentó una comprobación decisiva.


LXIII


Luisa convaleciente ya en una especie de reflorecimiento asombroso, escuchaba sus recomendaciones.

Tenía que dejar sus costuras caritativas; leer poco, y mejor aún nada por el momento; acostarse temprano, alimentarse más, evitar la intemperie.

Disimuló con un vago bostezo el retumbo asfixiante de su corazón.

—Hemos creído—añadió—notarte ahora último algo triste... O quizá preocupada Hay que evitar eso también... Las emociones.

Calló un momento, como replegándose en su angustia escondida. Y de repente:

—Díme, Luchita: bajo secreto de médico y de amigo fiel ¿no estarás acaso un poquito enamorada?...

Cerró ella los ojos, ruborizándose ligeramente, y una leve sombra pasó por sus párpados estremecidos.

Peut etre... —suspiró con dulzura.

¿No debía poner de su parte todo lo que pudiera para mejorar cuanto antes y esperarlo sana?...

Una racha de hielo endureció definitivamente a Sandoval. La sentencia de muerte estaba dictada.