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EL ANGEL DE LA SOMBRA

su conexión mental lo indujo al absurdo y a la quimera?...

La vergüenza de sí mismo retrájolo a su anterior soledad, y no volvió a pasar el riachuelo divisorio.

Al propio tiempo, su inspección se complicaba. Pronto iban a transcurrir las seis semanas del plazo máximo que él mismo fijó con imperdonable ligereza. Hasta llegó a decirse que la intervención de Ibrahim relacionábase tal vez con las pillerías del contrabando. Quizá por esto habíase limitado a pagarle la primera visita.

La interrupción de las suyas al asiático, sumíalo otra vez en absoluto aislamiento, agravando hasta la desesperación su melancolía.

Escribió entonces a la tía Marta, recordando su promesa de hacerlo si valía la pena, cosa que no pasaba por cierto en tan desvalido poblacho; con lo cual su carta, en vez de noticiosa, sería breve para no fastidiar. Contaba, eso sí, regresar dentro del plazo, aun cuando debiera malograr su comisión.

Recordó que no había contestado a Cárdenas, y lo hizo en términos análogos, aunque naturalmente con mayor displicencia.

Y mortificado siempre por aquella duda, afligente hasta el bochorno, llegó a sentir horrorosa su soledad.


LX


Una semana después cambiaban su situación tres sucesos de muy distinta importancia: la esperada carta con noticias de los Almeidas, la compostura automática del reloj y la inesperada conclusión del