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EL ANGEL DE LA SOMBRA

te tan cínica impertinencia. Pero él, comprendiéndolo:

—Cuando sepa usted quién soy—repuso—verá que, además de imposible, eso no tiene para mí ninguna importancia. Sólo me propongo evitar una desgracia que puede ser irreparable. Por lo demás, convendrá usted en que mi fuga, decidida así, no resulta un acto de tenorio.

Permanecí, como es de suponer, impasible ante esa afirmación que no me interesaba discutir ni esclarecer.

—El interés de la historia que va a oir—explicó él entonces—hállase para usted en su vinculación con el mensaje que le he traído. No sé si usted llegará a entender por completo, ahora; aunque sabe muy bien que el destino de los seres contemporáneos, principalmente si son del mismo país y del mismo grupo social o profesional, suele hallarse ligado por antecedentes misteriosos que el instinto revela bajo el nombre de simpatía, o que armonizan desde la sombra ciertas entidades llamadas "ángeles de compasión". Pero lo que usted ignora, quizá, es que dichas criaturas encarnan a veces, o para ser amadas, y entonces truécanse en los "ángeles de adoración" cuyo tipo fué Beatriz, o para amar con amor humano, bajo la noble designación de "ángeles de sacrificio". Y estos seres vienen siempre a la tierra bajo forma de mujer.

—De suerte—insinué—que los ángeles de la guarda...

—Provienen de una confusa generalización teológica. La vinculación humana de aquellos seres, no es común,—y su encarnación constituye un caso