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LEOPOLDO LUGONES

Hallólo más abatido por el disgusto de su situación que por su dolencia; y para evitar una negativa o la aflicción de una escena de miseria y gratitud, atribuyó a la patrona la concesión de un crédito hasta aquella jubilación en moroso trámite. El se encargaría de esto a su vuelta; y mientras tanto, podía ir ocupando a Cárdenas.

Animado por aquella cordialidad, el enfermo venció sus escrúpulos, hasta advertirle que le encargaría la colocación entre sus relaciones de ciertos libros antiguos y valiosos cuya remisión iba a pedir a Carcasona, su ciudad natal, y que esperaba recibir cuando él regresara. Eran todo su patrimonio, del que nunca había querido deshacerse; pero la vida parecía empeñarse en disponer otra cosa.

Suárez Vallejo le estrechó la mano, conmovido por su sencilla dignidad.


LIII


La satisfacción que su buen proceder causábale, tornósele melancolía no bien se halló a solas en el cuarto revuelto.

Así, pues, iba a partir sin verla. Cometía, en suma, un imperdonable exceso de preocupación al no llevar su retrato. Una cabecita suya, siquiera!...

...¡Y nada más que una cinta y unas flores secas—quién iba a creer—queriéndose tanto!

La ausencia empezaba ya.

Caía la tarde sobre el barrio tranquilo. Para aislarse con sus recuerdos, había cerrado puerta y ventana, encendiendo apenas su lámpara de noche.

Mientras tanto, ultimaba su arreglo. Todo se ha-